Viendo la nieve arder: Un espejismo entre Rulfo, Piglia y la desesperación contemporánea
Descubre el análisis de Viendo la nieve arder, la novela de Maykel Rafael Paneque que explora la desesperación y la fragmentación en una narrativa densa y desconcertante. Comparaciones con Rulfo y Piglia enriquecen esta reseña profunda y detallada.
NARRATIVA CUBANAMAYKE RAFAEL PANEQUEVIENDO LA NIEVE ARDER
Ricardo López
11/3/20246 min read
Si algo queda claro tras la lectura de Viendo la nieve arder, la novela de Maykel Rafael Paneque, es que el lector no debe esperar comodidad. Estamos ante una novela hecha de fragmentos, rupturas y voces atormentadas que parecen emerger desde lo más profundo del subconsciente colectivo de un pueblo oprimido. La atmósfera es densa, los personajes rozan lo demencial y la narrativa se confunde entre el realismo crudo y la alucinación poética. Este tipo de literatura es, sin duda, difícil de digerir, pero abre puertas a un análisis comparativo que no puede eludir los ecos de la obra de Juan Rulfo y Ricardo Piglia.
Comparar a Paneque con estos dos titanes de la literatura latinoamericana no es un capricho. Desde los primeros capítulos se advierte una intención clara de retratar el ambiente social y la alienación de los personajes en un escenario que bordea lo apocalíptico. Sin embargo, el resultado no es meramente una emulación de los estilos de Rulfo y Piglia; más bien, es una mezcla inquietante que intenta situarse a medio camino entre ellos, aunque no siempre con éxito.
Rulfo, en Pedro Páramo, nos mostró la capacidad del silencio para transmitir la opresión de los muertos en vida. En Viendo la nieve arder, Paneque busca replicar esa sensación mediante descripciones fragmentadas de lugares cerrados y solitarios, donde el entorno parece estar tan confinado como los personajes. Estos espacios agobiantes se convierten en un reflejo de la psicología de los protagonistas, atrapados en situaciones que no controlan y carentes de perspectivas de escape.
Sin embargo, donde Rulfo transmitía una melancolía silenciosa, casi resignada, Paneque opta por el caos. Las voces que surgen en su novela son desordenadas, gritadas, como si los personajes estuvieran al borde de un colapso emocional constante. En lugar de la resignación pasiva de los habitantes de Comala, los personajes de Paneque se debaten entre la rabia y la desesperación. La diferencia fundamental es que Paneque no deja lugar para la paz, ni siquiera para la muerte; sus personajes están atrapados en una angustia perenne.
La comparación con Rulfo se queda corta porque Paneque se aleja del lirismo austero que caracterizó a este último. Mientras que Rulfo escribía como si cada palabra costara, como si el silencio fuera un elemento fundamental en su narrativa, Paneque sobrecarga el texto con imágenes, diálogos abruptos y saltos narrativos. Es una escritura que busca el exceso, y esa es una de las primeras grandes diferencias que podemos establecer.
Por otro lado, es inevitable observar en la obra de Paneque una influencia de Ricardo Piglia. Especialmente en Respiración Artificial y Plata Quemada, Piglia nos enfrentaba a la idea de que la realidad está fragmentada, que todo intento de comprender el mundo es una labor de recomposición de hechos inconexos. Viendo la nieve arder comparte esta visión, con personajes que intentan darle sentido a un caos existencial, a veces a través de rituales como la contabilidad doméstica de Gabi o los delirantes intentos de huida de Lau.
Paneque emula a Piglia al proponer una narrativa en la que los personajes desconfían de todo, incluso de sus propios recuerdos. La referencia constante a documentos, permisos y certificados, a la legalidad burocrática, recuerda los procesos investigativos de Piglia, donde los papeles y registros se vuelven fundamentales para reconstruir el pasado y cuestionar la verdad. Sin embargo, el problema con Paneque es que sus personajes carecen de la frialdad calculadora de los de Piglia. La desesperación es absoluta, y no hay ninguna esperanza de encontrar una salida o una solución al caos. Lo que en Piglia es una exploración intelectual de la verdad, en Paneque se convierte en una lucha casi visceral por la supervivencia.
Entonces, ¿a quién se acerca más Paneque con Viendo la nieve arder? Considero que se acerca más a Piglia por varias razones. La fragmentación narrativa de la novela, llena de saltos temporales y fragmentos, es mucho más cercana al estilo de Piglia que al de Rulfo. Mientras que Rulfo utilizaba la fragmentación para explorar el tiempo cíclico y el peso de la muerte, Paneque la usa para ilustrar la fragmentación de la mente de sus personajes, en un estilo mucho más similar a Piglia. Además, el constante cuestionamiento de la realidad que se manifiesta a través de la alusión a documentos, burocracia y papeles recuerda la obsesiva búsqueda de la verdad que caracteriza a Piglia. La realidad, para los personajes de Paneque, es tan incierta y resbaladiza como lo es para los de Piglia. Por último, aunque Rulfo presentó personajes desesperados, en ellos siempre hubo un sentido de resignación y aceptación del destino. En cambio, los personajes de Paneque, como los de Piglia, son activos en su desesperación; luchan, gritan y se rebelan, aunque esa lucha sea casi siempre fútil.
Paneque parece ser un autor atormentado por la incapacidad de alcanzar un sentido de pertenencia o de paz. La descripción psicológica que podemos inferir de su escritura es la de un hombre que, como sus personajes, se siente atrapado en una situación sin salida. La narrativa de Viendo la nieve arder está cargada de una tensión constante, de un deseo de liberación que nunca llega, y esta frustración se traduce en una escritura a veces caótica y sobrecargada.
La constante reiteración de temas como la vigilancia, la opresión burocrática y la imposibilidad de escapar sugiere a un autor profundamente influenciado por experiencias de represión y control, posiblemente en un contexto político y social que lo ha marcado. Paneque escribe como si estuviera cercado, como si cada palabra fuera un intento desesperado de romper las cadenas que lo oprimen. Su escritura es una catarsis, una forma de liberar la angustia que lo consume.
Si por alguna razón el lector llegara a pensar que Viendo la nieve arder ya es suficientemente compleja, podemos imaginar a Mario Vargas Llosa decidiendo convertirla en una obra de teatro. Y es aquí donde la visión ordenada y clásica de Vargas Llosa chocaría frontalmente con el caos meticulosamente construido por Paneque.
Vargas Llosa, conocido por su habilidad para convertir relatos fragmentados en narrativas teatrales intensamente dialógicas, se encontraría con una dificultad tremenda: la estructura de la novela de Paneque no permite una adaptación simple. La fragmentación extrema y el tono apocalíptico requerirían una reconfiguración completa. Vargas Llosa intentaria imponer orden a una narrativa cuyo principal atractivo es precisamente la falta del mismo.
Podemos imaginar a Vargas Llosa transformando los largos monólogos interiores de Juanito y Lau en diálogos concisos y rítmicos. Tal vez tratara de centrar la obra en el conflicto de Gabriela y Lau, haciendo énfasis en su relación codependiente y en su lucha conjunta contra un sistema opresor. La adaptación probablemente reduciría el número de personajes y los escenarios, enfocándose en las dinámicas esenciales y dejando fuera el lirismo excesivo.
Pero el resultado podría ser contraproducente. Vargas Llosa, con su afán de claridad y estructura, podría perder parte del espíritu desesperado y alucinante de la novela. La atmósfera claustrofóbica que Paneque logra construir se vería inevitablemente diluida al intentar convertirla en un drama clásico. La teatralización de la novela podría convertirla en una especie de tragedia griega contemporánea, donde los personajes luchan contra un destino ineludible, pero la experiencia visceral del lector de la novela se transformaría en algo mucho más racional.
El punto culminante de la hipotética obra de teatro podría girar en torno al intento de fuga de Lau. Vargas Llosa, con su ojo para los momentos dramáticos, pondría toda la tensión en esa escena. El enfrentamiento con los guardias, la desesperación de Lau y la revelación de que no tiene la Carta Blanca serían momentos clave, enfatizados con un diálogo potente y una puesta en escena que haría que el público contuviera el aliento.
Sin embargo, lo que Vargas Llosa no podría transmitir, al menos no con la misma efectividad que Paneque, es la sensación de que todo esto es fútil. En la novela, cada intento de fuga, cada pequeña esperanza, se ve inmediatamente aplastada por una realidad que no deja escapatoria. En el teatro de Vargas Llosa, incluso si el intento de fuga fracasa, existiría un sentido de resistencia, una nobleza en la lucha que Paneque parece negar deliberadamente.
Viendo la nieve arder es una novela difícil, sin concesiones, que exige al lector enfrentarse a la desesperación y al caos sin prometerle una salida. Aunque hay elementos que evocan la obra de Juan Rulfo, como la sensación de aislamiento y opresión, la narrativa fragmentada, la obsesiva búsqueda de sentido y la lucha desesperada de los personajes la acercan mucho más a la obra de Ricardo Piglia.
La escritura de Maykel Rafael Paneque refleja la mente de un autor atormentado, alguien que parece estar buscando un escape de una situación sofocante, tanto en su vida personal como en el contexto sociopolítico en el que está inmerso. Es una voz que no teme mostrar la fealdad del ser humano cuando se encuentra al borde del colapso, pero que tampoco ofrece redención alguna.
Imaginemos ahora la versión teatral de esta obra, una donde Vargas Llosa se embarca en la labor de domar el caos y convertirlo en una estructura reconocible. Sería, sin duda, una transformación fascinante, pero inevitablemente distinta. La teatralización permitiría, quizá, llegar a un público más amplio, pero perdería parte de la esencia cruda y fragmentaria que hace que la novela de Paneque sea lo que es: una obra visceral, confusa y desconcertante, donde la desesperación no tiene fin y la nieve que arde es solo un espejismo de una esperanza que nunca llega.